OJO DE BUEY

la palabra "cine" proviene del griego etimológicamente, significa "movimiento"

e mërkurë, 27 prill 2011

Flammen & Citronen ::: VIERNES 29 DE ABRIL 20:00HS


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  FLAMMEN  &  CITRONEN
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V I E R N E S    29    D E    A BR I L    2 0 : 0 0 H S
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   NUEVO   HORARIO   20:00HS!!!
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  c e n t r o      c u l t u r a l        l a        p a l o m a
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         INVITA: OJO DE BUEY
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Dirección: Ole Christian Madsen.
Países:
Dinamarca y Alemania.
Año: 2008.
Duración: 130 min.
Género: Drama, thriller, bélico.
Interpretación: Thure Lindhardt (Flame), Mads Mikkelsen (Citron), Stine Stengade (Ketty), Christian Berkel (Hoffmann), Hanns Zischler (Gilbert), Peter Mygind (Winther), Lars Mikkelsen (Ravnen), Flemming Enevold (Spex), Jesper Christensen (padre de Flame), Claus Riis Østergaard (Bananen).
Guión: Lars K. Andersen y Ole Christian Madsen.
Producción: Lars Bredo Rahbek.
Música: Karsten Fundal.
Fotografía:
Jørgen Johansson.
Montaje: Søren B. Ebbe.
Diseño de producción: Jette Lehmann.
Vestuario: Manon Rasmussen.
Estreno en Dinamarca: 28 Marzo 2008.

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Sinopsis: Copenhague, 1944. Mientras la población danesa desea que la guerra acabe cuanto antes, Bent Faurschou-Hviid, de 23 años y cuyo nombre de guerra es Flame (por su cabello rojo), y Jørgen Haagen Schmith, de 33 años y cuyo nombre de guerra es Citron (al parecer, en parte, porque había trabajado como mecánico en la fábrica de Citroën), ponen sus vidas en riesgo para luchar en un grupo de resistencia que combate clandestinamente contra los nazis y sus colaboradores daneses. Cuando su inmediato superior, Aksel Winther, les ordena una acción contra dos funcionarios de la organización de espionaje alemán Abwehr, los acontecimientos empiezan a descontrolarse. Flame mantiene una conversación con el inteligente coronel Gilbert y, por primera vez, Flame se cuestiona la orden que tienen que ejecutar... Parece que se ha producido un terrible error. Situaciones posteriores, llenas de sospechas, que envuelven incluso a su chica, la bella y misteriosa Ketty, llevan a Flame a descubrir los perfiles de una muy diferente y mucho más oculta agenda. ¿Tendrá que creer a Ketty o a Winther? ¿Y quién trabaja para quién? Llenos de dudas, Flame y Citron empiezan a sentir que están pisando arenas movedizas. Desesperados, desilusionados y con la sensación de haber sido traicionados por sus superiores, deciden confiar únicamente en ellos mismos y concentrar sus esfuerzos en acabar con el odiado y temido jefe de la Gestapo.
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Crítica:

Nada se presta más a ser romantizado que la figura del resistente político, que combate regímenes dictatoriales por puro idealismo y en inferioridad de condiciones, sabiendo que difícilmente lo espere un destino distinto de la captura, la tortura y la muerte. ¿No está sujeta esa figura acaso a otros matices, a puntos oscuros, a motivaciones menos altruistas? En Black Book (2006), el holandés Paul Verhoeven se atrevió a responder que sí puede estarlo, poniendo en duda que la resistencia antinazi haya sido, en su país, tan prístina como quiso vérsela. Ahora es el danés Ole Christian Madsen (que acaba de filmar en Argentina una película llamada Superclásico) el que aplica, sobre uno de los episodios más intocables de la historia de su país, un filtro semejante, pasando la resistencia antihitleriana por el tamiz de un film de espionaje. Género en el que dobles agentes, traiciones y deslealtades triunfan sobre heroísmos y causas nobles. Flammen & Citronen resulta así más cercana al escepticismo paranoide de El escritor oculto que a la épica convencional de Desafío, para poner dos ejemplos más o menos recientes.

Como Verhoeven en Black Book, Madsen –coautor del guión– recrea hechos ocurridos poco antes del fin de la guerra. "¿Estuviste allí ese día?", pregunta una voz en off, sobre imágenes que muestran el ingreso de las tropas nazis a Copenhague, en 1940. "¿Hiciste algo para impedirlo?" Desde poco después de la ocupación, los miembros del grupo Holger Danske se especializan en la ejecución de colaboracionistas daneses. De la docena de miembros del grupo, Madsen hace foco sobre dos. Perfectos opuestos complementarios, Flammen (el intenso Thure Lindhardt) es pelirrojo, audaz y no le tiembla la mano a la hora de ejecutar a nadie. Citronen (Mads Mikkelsen, ex villano Bond en Casino Royale) es un hombre de familia callado y morocho, que empieza como chofer y se verá obligado a tomar el arma, cuando al compañero, ganado por la incertidumbre, empiece a temblarle la mano.

Si algo tiembla en Flame y Citrón (extraña barbarización local del original) son las certezas. Una de las primeras imágenes muestra al grupo de resistentes casi como foto de amigos: todos reunidos alrededor de una mesa, tomando y celebrando. En el curso de la historia esa estrecha unidad se irá corroyendo, tanto por la paranoia al enemigo interno como porque algunas de las ejecuciones podrían ser en verdad ajustes de cuentas personales. Y hasta algunos de los blancos quizá sean resistentes, antes que nazis o colaboracionistas. Una mujer de aspecto fatal que seduce a Flamme tal vez sea una espía, contraespía o ambas cosas a la vez. Las sospechas sobre el líder del grupo se convierten en red de intrigas de creciente espesura, en la que proliferan intereses cruzados, desde el jefe de la Gestapo local (Christian Berkel, que repetiría en Operación Valquiria y Bastardos sin gloria) hasta los servicios secretos aliados y la inteligencia sueca, pasando por el comando británico.

Ganados por la incerteza, Flamme y Citronen parecerían elegir la opción más trágica de todas: la autoinmolación. Se obsesionan con un blanco imposible, barajan la posibilidad de convertirse en mercenarios, se lanzan finalmente en misión suicida. Toda muerte mancha, parece sugerir Madsen, por muy noble que sea la causa que la motiva. Aunque no siempre se mantenga a la altura de sus propios planteos (sobre el final cede a una espectacularidad de cine de superacción), Flame y Citrón contiene el germen de una reflexión sobre la lucha armada en general. La posibilidad de que el líder sea el traidor, la adicción por la sangre derramada, la opción del aventurerismo y hasta la pastilla de cianuro que sobre el final aguarda a uno de los combatientes hacen pensar en experiencias mucho más próximas al espectador local que lo que la resistencia danesa durante la Segunda Guerra parecería representar en primera instancia. La pregunta es si es posible "leer" esta película como reflexión en clave sobre –por ejemplo– la violencia política de los '70 en Latinoamérica. Se lo haya propuesto o no su realizador, desde aquí se hace difícil no darle ese uso. Por qué no hacerlo, es la siguiente pregunta.


Horacio Bernades (Pagina12)


e mërkurë, 20 prill 2011

EL HOMBRE DE AL LADO ::: VIERNES 22 DE ABRIL 21:00HS

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EL  HOMBRE  DE  AL  LADO

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  V I E R N E S    22    D E    A BR I L    2 1 : 0 0 H S
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  c e n t r o      c u l t u r a l        l a        p a l o m a
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                       I N V I T A :    OJO DE BUEY
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                    Los vecinos no se eligen...
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TÍTULO ORIGINAL: El hombre de al lado
AÑO: 2009    
DURACIÓN: 101 min.
PAÍS: Argentina
DIRECTOR: Mariano Cohn, Gastón Duprat
GUIÓN: Mariano Cohn, Gastón Duprat
MÚSICA: Sergio Pangaro
FOTOGRAFÍA: Mariano Cohn, Gastón Duprat
REPARTO: Rafael Spregelburd, Daniel Aráoz, Eugenia Alonso, Enrique Gagliesi, Inés Budassi, Lorenza Acuña, Eugenio Scopel, Debora Zanolli, Bárbara Hang, Ruben Guzman
PRODUCTORA: Aleph Media
PREMIOS
2010: Festival de Sundance: Mejor fotografía - Drama (World Cinema)
2010: Nominada al Goya: Mejor película hispanoamericana
GÉNERO: Drama. Comedia
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SINOPSIS: La película narra un conflicto entre vecinos que parece no tener fin. Una simple pared medianera puede dividir dos mundos, dos maneras de vestir, de comer, de vivir. De un lado Leonardo (Rafael Spregelburd), fino y prestigioso diseñador que vive en una casa realizada por Le Corbusier. Del otro lado Víctor (Daniel Aráoz), vendedor de coches usados, vulgar, rústico y avasallador. Víctor decide hacer una ventana para tener más luz, y ahí empieza el problema: cada uno toma conciencia de la existencia del otro. (FILMAFFINITY)
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El asunto puede resumirse en cinco palabras bien sabidas: el infierno son los otros. En este caso, el otro es el vecino hinchapelotas. En la vida urbana y suburbana, de apretujamiento, de pujas miserables por espacios compartidos, todos los demás pueden ser nuestros potenciales vecinos hinchapelotas. Y uno puede ser, por supuesto, el vecino hinchapelotas de los demás. Por ende –es un silogismo sencillo– uno mismo es el infierno.

Así están planteadas las cosas desde la primera escena en El hombre de al lado, la nueva película de Mariano Cohn y Gastón Duprat: hay uno que vive (o cree vivir) muy cómodamente en su casa, y otro que viene a destruir esa supuesta comodidad cuando empieza a construir una ventana en la medianera que comparten sus propiedades. Pero no los dividen únicamente la medianera y sus intereses enfrentados sino también sus personalidades, sus estilos de vida, sus marcas de clase. Ahí está, tan canchero con su peinado vectorial y su tono altivo y elegante, Leonardo Kachanovsky, diseñador industrial exitosísimo, creador de una silla premiada internacionalmente y de la que, como indica su pulcro sitio oficial, ha vendido más de 500 mil unidades. Del otro lado, tratando de "atrapar unos rayitos de sol", aparece Víctor Chubello, vendedor de autos usados que podría –por su rusticidad, su estilo directo, firme, informal– haber sido concebido en un universo distinto del de Leonardo. Esa ventana, le explica el diseñador, no puede estar ahí, es ilegal, vulnera su intimidad y la de su familia. "Pero yo no soy ningún psicópata", le aclara Víctor, que no va a escandalizarse si acaso llega a encontrarse con "una bombacha colgada, la de tu esposa o la de tu hija".

Escrita por Andrés Duprat, hermano mayor de Gastón, El hombre de al lado se pone en funcionamiento alrededor de un juego central que consiste, sin desligarse nunca del punto de vista principal de Leonardo, en alternar nuestra simpatía y desconfianza entre uno y otro vecino. Entre el snob, refinado y pretencioso, y el grasa avasallante detrás del que –y esto ya queda en el prejuicio de cada uno– se aloja un violento peligroso. La otra apuesta fundamental es la de no abandonar nunca esa escenografía central que provee la casa en la que vive Leonardo, que no es cualquier casa sino una obra maestra de la arquitectura: la casa Curutchet de La Plata, la única casa de Le Corbusier en toda América. Con la muy precisa geometría que vamos descubriendo a medida que avanza el relato, la casa marca un estilo de vida en sí y, proponen Cohn y Duprat, se convierte en el tercer personaje protagónico de su película.

Rectas y diagonales

La casa Curutchet, cuenta Andrés Duprat, fue encargada a Le Corbusier en 1949 por un médico llamado Pedro Curutchet, "un hombre de Lobería, provincia de Buenos Aires. Después, la obra tuvo mil quilombos, tardó muchísimo en terminarse y costó como diez veces más de lo proyectado", recuerda Duprat. "Y Curutchet vivió con su familia ahí apenas unos doce años, en los '60. Luego, durante muchos años, estuvo desocupada y olvidada. Yo, que estudié Arquitectura en La Plata entre 1982 y 1988, recuerdo que en esa época nadie la conocía. En el '88 la alquiló una fundación médica, y desde hace unos años es la sede del Colegio de Arquitectos de la provincia de Buenos Aires, que se había encargado de alquilarla para la familia Curutchet. Hoy hay un proyecto del Senado provincial para expropiarla, pagarle a la familia Curutchet y convertirla en patrimonio público, lo cual no me parece mal: es una obra máxima de la arquitectura moderna. Hay sólo tres obras de Le Corbusier en América: la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, un edificio para la Universidad de Harvard y esta casa. Es decir, hay tres construcciones de él en todo el continente, pero la única vivienda es ésta, y es además un proyecto único en el mundo, con una situación compleja a resolver porque está en un lote chiquito, con medianeras, plantada en medio de la complejidad urbana y no en medio del campo, y que reproduce la geometría doble de la ciudad."

La composición visual de la película responde a la precisión formal y estructural de la casa, a sus líneas rectas y a sus colores claros y fríos. "Y es que en una casa se ven los pingos, porque las casas son modos de vivir", argumenta Gastón Duprat. "Ideológicamente dicen más que cualquier edificio público. La casa propone recorridos, hay que transitarla toda. Y al filmar escenas sin corte, con un mismo fondo de la casa, nos obliga a tener un punto de vista fuerte y una posición sobre el lugar. Cada espacio está cuidadosamente elegido, porque es lo que arma y determina las relaciones."

Mis ladrillos

Andrés Duprat no es, aclara, un guionista profesional. Sí es arquitecto, y un profesional del mundo del arte, con amplia experiencia como curador, y actual director de artes visuales de la Secretaría de Cultura de la Nación, además de responsable del guión de la película anterior de Cohn y Duprat, El artista (2008), el primer largo de ficción de los directores. El argumento para El hombre de al lado surgió de una experiencia personal. "Un día voy a cenar con Gastón y Mariano –recuerda Andrés–, y les cuento esta cosa que me estaba pasando con mi vecino. Se los cuento por contárselos, pero ellos me dicen que les parecía increíble, que ahí había una película. Pero yo estaba viviendo una pesadilla."

La expresión de los mundos opuestos que chocan en la película les debe mucho también a sus actores: Rafael Spregelburd (Leonardo) y Daniel Aráoz (Víctor). Si en algún momento podemos congraciarnos con el primero y su padecimiento, otras escenas propician la toma de distancia, como cuando el personaje de Spregelburd cuenta su "experiencia antropológica" con el "grasa" del vecino, muy risueño, en una cena entre amigos de alcurnia. En este retrato de clase, vida acomodada y "exquisita sensibilidad artística", se reedita un tema que es cercano a Cohn, Duprat y Duprat desde, por lo menos, El artista: el de los habitantes del mundo del arte, sus genios y sus fraudes, los talentos cultivados y los improvisados, su brillo y sus taras. Con su historia del enfermero (Sergio Pángaro) que se arroga como propias las pinturas de uno de los viejos enfermos que tiene a su cuidado (Alberto Laiseca) y se convierte en una revelación insospechada en el círculo cerrado de críticos y galeristas, El artista abordó la cuestión de modo directo. El hombre de al lado le da una vuelta: un hombre que goza de un enorme reconocimiento en su mundo se ve obligado a cruzarse con otro universo, donde sus armas discursivas, su chapa, todas sus seguridades, quedan automáticamente neutralizadas. Andrés Duprat reconoce que hay una inspiración autobiográfica incluso en los aspectos menos encantadores del protagonista más fino de la película. "En mi caso, cuando el tipo empezó a hacer sin pedir permiso el agujero, fui a hablar con él pensando 'bueno, voy con mucha solvencia; soy arquitecto, sé de esto, es un tema que va a demandar 15 minutos'. Pero lo que pasó fue que cuando nos encontramos, él, que yo esperaba que fuera mucho más rústico, mucho menos entrenado que yo, desmanteló enseguida todo lo que le dije. Yo le decía cosas como 'esto es algo que no se puede hacer acá', y él me contestaba cosas que después tomamos para la película, como: 'Según parece, al barrio no llegó la noticia'. Y era cierto, el barrio de Congreso está lleno de casas hechas después que la mía, con ventanas que dan hacia mí. El hombre manejó un código ultra amistoso; jamás nos habíamos visto y enseguida me sacó el nombre y me empezó a tratar como si el vecino damnificado fuera él, como si yo le estuviera poniendo un freno. Yo me quedé duro, y le dije: 'Bueno, hablamos en otro momento'. Y me fui. Me fui con mi mamá. Y no es que no tuviera mis razones: tengo una hija de 16 años y no me causa mucha gracia que un extraño tenga vista a mi terraza privada. Pero el problema es cuando llega la hora de formular este reparo: manejando ese código de viejos conocidos, el hombre hizo que todo lo que yo decía sonara muy fascista."

Siendo ya antiguos habitantes del mundo del arte local, vale preguntarse si nadie se enojó con Andrés, Gastón o Mariano al verse identificados en personajes que aparecen retratados con algunos de sus costados más oscuros. "Creo que todos saben que nosotros pertenecemos a ese mismo mundo", dice Gastón. "Lo hacemos todo desde adentro. No nos gusta ni nos gustó nunca de cierta parte del nuevo cine argentino el miserabilismo, esa chotez como para afuera, del tipo que hace un traslado social de su mirada, que filma, qué sé yo, las cárceles, y que no tiene la más puta idea; lo que tiene es la visión reaccionaria y conservadora, que es por otro lado la que te corresponde. Mientras que el mundo que retratamos nosotros es el de Andrés, y también un poco de nosotros, que hicimos durante mucho tiempo eso que se llama video-arte. Todos los artistas que participaron de El artista son amigos nuestros en la vida real."

"Yo, que lo conozco –dice Andrés–, puedo decir que es un mundo mucho más ridículo de lo que está contado en El artista, y que las anécdotas verdaderas son bastante más fuertes y terribles que las que llegamos a poner en la película", agrega Andrés. "Por otro lado, son cosas que conocen todos los que pertenecen a este ámbito, como que tal conocida crítica de arte está en una inauguración, borracha, tratando de levantarse a un pendejo de 23 años; o que tal otra, de un medio muy conocido, es una boluda que sólo se fija si tu camisa es Ralph Lauren, pero no ve las obras. Además, en el retrato de un personaje como el de Spregelburd hay algo de la construcción del personaje que uno se hace para uno mismo", agrega Andrés. "Y es parte de esa ensalada que es nuestro país, que es algo que tiene de lindísimo, que por ahí vas a Proa un sábado al mediodía y te encontrás a vos mismo hablando unas boludeces que te decís: 'Esto mismo lo digo en otro contexto y me cagan a trompadas'. Y está bien que así sea. El mundo del arte es menos boludo de lo que a veces se cree, hay gente muy piola y no todos tienen un respeto reverencial por cualquier cosa que esté colgada en el Malba."

En el final de la película sobreviene un episodio violento que es mejor no adelantar, pero que también habla del choque entre esos personajes de planetas distintos, y sobre los prejuicios que rodean esos mundos. "Para nosotros, un tema recurrente es el de la ideología y la apariencia", dice Gastón. "Cómo actuás cuando las papas queman de verdad, cuando alguien necesita algo, cuando tenés que ser solidario. A mí me fascina eso: quiero saber cómo se va a comportar la gente, los de izquierda, los de derecha, los intelectuales, los que tiene guita. En qué momento llama uno a la policía, a quién se le frunce primero. O, si te mandás una cagada en el tránsito, quién frena a los 20 metros, quién a los 50 y quién nunca. Creemos que la película, en este sentido, obliga al espectador a tomar partido, y a revelar sus modos de pensar profundo."

Esto es algo que tiene cierto efecto universal, como pudieron comprobar ahora que la película pasó por Sundance el verano pasado y que se dio en el MOMA neoyorquino. "En cada lugar en que se vio la película, en Mar del Plata o en Estados Unidos, todo el mundo cree haber visto algo", dice Cohn. "Y te dicen: 'Ah, este tipo es un hijo de mil putas'. Pero vos no sabés a quién se refiere. Se da como un hecho, les preguntás y te dicen: 'Aráoz, por supuesto'. O: 'Spregelburd, por supuesto'." A cada uno, su infierno personal.


e enjte, 14 prill 2011

ANTES QUE EL DIABLO SEPA QUE HAS MUERTO ::: VIERNES 15 DE ABRIL 21:00HS

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ANTES QUE EL DIABLO SEPA QUE HAS MUERTO
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  V I E R N E S    15    D E    A BR I L    2 1 : 0 0 H S
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                       I N V I T A :    OJO DE BUEY
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Recordamos a Sidney Lumet, fallecido el sábado pasado,
realizador de Serpico, Tarde de perros y El príncipe de la ciudad.

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TÍTULO ORIGINAL: Before the Devil Knows You're Dead
AÑO: 2007
DURACIÓN: 117 min.
PAÍS: Estados Unidos
DIRECTOR: Sidney Lumet
GUIÓN: Kelly Masterson
MÚSICA: Carter Burwell
FOTOGRAFÍA: Ron Fortunato
REPARTO: Philip Seymour Hoffman, Ethan Hawke, Albert Finney, Marisa Tomei, Rosemary Harris, Aleksa Palladino, Michael Shannon, Amy Ryan, Brian F. O'Byrne, Lee Wilkof
PRODUCTORA: THINKFilm
GÉNERO: Thriller. Drama | Robos & Atracos
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SINOPSIS: Desesperados por conseguir dinero fácil, dos hermanos de clase burguesa, Andy (Philip Seymour Hoffman), un ambicioso ejecutivo adicto a la heroína y casado con una mujer florero (Marisa Tomei), y Hank (Ethan Hawke), cuyo sueldo se va casi íntegramente en pagar la pensión de su ex mujer y su hija, conspiran para llevar a cabo el atraco perfecto: atracar la joyería de sus padres en Wetchester (Nueva York). Nada de pistolas, nada de violencia y nada de problemas. Pero cuando su cómplice decide no cumplir las reglas del juego, las cosas no salen como esperaban. (FILMAFFINITY)
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CRÍTICAS
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"Esta película es veloz y feroz, la más afilada y la mejor de Lumet desde 'El principe de la ciudad' (Prince of the City, 1981), y seguramente una de las mejores del año. (...) Puntuación: **** (sobre 4)." (Lou Lumenick: New York Post)
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"Memorable" (Owen Gleiberman: Entertainment Weekly)
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"Además de ser digna de estudio por sus grandes actuaciones, es digna de estudio por su gran dirección." (Ann Hornaday: The Washington Post)
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"Un filme explosivo que se coloca como uno de los mejores del año (...) Puntuación: ***1/2 (sobre 4)." (Peter Travers: Rolling Stone)
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"El resultado no es cine negro de primera categoría, pero sí una clase de interpretación de primera. Una película que admirarás sin disfrutarla." (Michael Sragow: Baltimore Sun)
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"Magistral (...) excelente guión (...) Lumet rueda con rabia cuando hay que tirar de ella (...) y con quietud cuando hay que describir el dolor interno" (Javier Ocaña: Diario El País)
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"Terrible y brillante Lumet. (...) La complejidad de la trama se ve (re)compensada con una aún mayor complejidad de forma, de estilo (...) ejemplar cine de género (...) Puntuación: **** (sobre 5)." (E. Rodríguez Marchante: Diario ABC)
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"Lumet logra un películón vistiendo de negro lagarterana a la tragedia clásica. Original, moderno y clásico a la vez (...) Puntuación: **** (sobre 5)." (Carlos Marañón: Cinemanía)
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"Quien quiera experimentar de primera mano lo que es la intensidad del thriller, la complejidad humana en sus aspectos más cotidianamente sórdidos o el virtuosismo narrativo sin estridencias, que corra a ver este nuevo trabajo de Lumet (...) Puntuación: **** (sobre 5)." (Alberto Bermejo: Diario El Mundo)
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"La película más sombría, lúcida y trágica que ha hecho el cine americano en mucho tiempo." (Carlos Boyero: Diario El País)
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